jueves, 7 de diciembre de 2006

The Michifus story

La idea del corto surgió a comienzos de 2003. Durante el segundo año en el Cievyc, cada alumno tiene la oportunidad de filmar un cortometraje con treinta metros de película en 16mm blanco y negro. Por lo tanto, debíamos cranear una historia o una situación de no más de dos minutos.

Me puse a pensar en algo mínimo, pero también potente e impredecible. Y lo primero que se me vino a la cabeza fue Michifus. Sin embargo, las primeras versiones distan mucho de lo que se terminó rodando. Originalmente, el protagonista era un niño que, sentado en el patio, decide agarrar a un pequeño gatito de meses y meterlo en una bolsa de terciopelo (o de un material resistente, ahora no lo recuerdo bien). El niño se va y vuelve con un martillo, que, muy feliz de la vida, descarga sobre la bolsa con gato y todo.

Sugerencias mediante, la idea fue evolucionando. Comencé a buscar al posible niño, pero no lograba dar con ninguno. Encima, se acercaba la fecha en la que debía llevar al actor a una clase del Cievyc. Entones se me ocurrió acudir a Pamela, mi hermana. A ella le gustó la idea, y me dijo: “Va a ser más siniestro si la asesina es una nena”. Tenía toda la razón. Hicimos la prueba de los martillazos delante de mis compañeros. Quedaron alucinados.

Con respecto al gato, aunque tenía en mente usar el gato de una prima, terminé optando por María Celeste, la gata de mi amiga Maru. Tenía mis dudas, ya que era un felino bastante viejo y un poco lastimado. Es que, hace años, cayó mal y se lesionó permanentemente. Incluso, cuando quedó embarazada, dio a luz gatitos muertos. Una historia triste, no es joda.

La versión definitiva del corto se definió una semana antes del rodaje. Recuerdo que aquella época —en realidad, casi todo ese año— fue muy negativa para mí. Pero la semana previa a la filmación fue una de las peores. Problemas de orden personal y sentimental que no vienen al caso.

Michifus se filmó el domingo 31 de agosto de 2003. La locación, mi casa —más precisamente, la cocina—. El rodaje duró de las 11 de la mañana a las dos de la tarde, y trascurrió sin problemas, aunque hubo un momento en el que María Celeste se negó a beber la leche que había puesto en el platito. Al final, alguien del equipo sugirió reemplazar la leche por la carne picada que había comprado para entretener al animal. Funcionó. Pamela estuvo espectacular. El objeto sobre el que descargaba los martillazos era el almohadón de uno de los sillones del living.

Tras aproximadamente un mes, pude ver el transfer del corto en un laboratorio de Cinecolor. Todo lo que habíamos filmado estaba ahí. (Los cortos de varios de mis compañeros tuvieron inconvenientes: o la película se salió del carrete de la cámara, o la cámara se jodió...).

El primer armado estuvo listo para octubre de aquel año. Siempre había querido musicalizar el corto con el comienzo del tema central de la película Forrest Gump. A muchos de los que adoraban la idea aún antes de ser filmada no les convencía tal elección, pero hice la prueba y les encantó a todos. Como no podía ser de otra manera, hubo gente a la que no le gustó Michifus, sobre todo por el lado de los docentes. Tal vez ellos hubieran preferido cortos más socialmente comprometidos, o algo tan experimental que no lo entendiera ni el loro. Pero bueno, yo no filmo ni filmaré para gente con semejante estrechez mental.

Más info en las próximas entregas.

1 comentario:

Gustavo dijo...

matias...buena historia..
siempre me sorprendio elexito que tuvo michifus, no porque sea malo ni nada sino porque su exito radica en el minimalismo...
si contas la historia pensas que no deja nada y en imagenes es muyy poderosa
muy buen corto

gustavo