sábado, 29 de septiembre de 2007

¿Será Leyenda?


I am Legend es la tercera versión cinematográfica de Soy Leyenda, espectacular novela de Richard Matheson. La protagoniza Will Smith y dirige Francis “Constantine” Lawrence. Veremos que salió (Peor que El hombre Omega, una de las versiones anteriores, no puede ser, aunque se le parece en algunos planos).
En Estados Unidos se estrena en noviembre. En Argentina, recién para enero.
El trailer promete.

jueves, 27 de septiembre de 2007

Un Halloween con Rob Zombie


¿Hacía falta una nueva versión de Noche de Brujas, una de las obras maestras de John Carpenter? Tal vez no, pero en breve se estrenará en Argentina Halloween, dirigida por el grosísimo Rob Zombie. Un servidor vio la peli, y puede asegurarles que vale la pena. Cuenta la misma historia: la de Michael Myers, un asesino serial enmascarado que hace de las suyas durante el mencionado festejo que se celebra cada 31 de octubre en Yanquilandia. La novedad está en el tratamiento. Mientras que la de Carpenter era mas sugestiva y jugaba más con el suspenso —aunque se la recuerda como un film mucho más violento—, la de Rob Z. Es más cruda, inmediata, shoqueante, y durante los primeros cuarenta minutos se concentra en la niñes de Myers y el comienzo de su afición a achurar al prójimo.
Si aun no vieron el trailer, pueden cliquear aquí abajo.

http://www.youtube.com/watch?v=xh8fzCs8yUo

lunes, 17 de septiembre de 2007

Filmatrón en el Malba


Sábado 15 de septiembre, medianoche. En la sala de cine del Museo Argentino y Latinoamericano de Buenos Aires (Malba) se estrena Filmatron, el más flamante opus de Farsa Producciones. Si bien ya escribí al respecto varios posteos atrás, conviene refrescar la memoria. Oriunda de Haedo, Farsa es una productora archiultramegaindependiente, que supo darnos maravillas como los largometrajes Plaga Zombie y su secuela, Zona Mutante; Nunca Asistas a Este Tipo de Fiestas, además de toneladas de videoclips para las bandas Árbol, Kapanga, Bahiano y Miranda.
Filmatrón, su película más ambiciosa, ganadora del Premio del Público en el último Bafici, narra las peripecias de un grupo de jóvenes cineastas tratando en una sociedad donde está prohibido filmar cosas extravagantes.
Falta como una hora para el comienzo de la proyección —que hace unos días debió suspenderse por el incendio de unas instalaciones del museo—, y el publico ya se agolpa en el hall. Los miembros fundadores de Farsa están allí: Pablo Pares (guionista y director de Filmatrón), Hernán Sáez, Walter “Gaita” Cornás, Sebastián “Berta” Muñíz y Paulo Soria, más el DF Diego Echave y la estupenda directora de arte Gisella Toledo Chiqui. Pululan entre el gentío, saludan, ríen. Se los ve eufóricos. Entre los futuros espectadores pueden reconocerse a figuras del under local: Axel Kustchevasky y Luis Luchessi, director y ex jefe de redacción, respectivamente, de la revista La Cosa (dicho sea de paso, en la peli hay cameos de varios de sus redactores, todos más expresivos que un cacho de pared); el periodista y guionista Sebastián “Mr. R” Rotstein, el promotor Elvis Pereyra. Tampoco faltan los actores Joaquín Furriel, Paola Krum y Julio Chávez —a quienes un servidor no imaginaba en un contexto así—, y Esteban Prol, que participa en el film.
Tras una divertida intro por parte de Berta y Soria caracterizados como presentadores gays, arranca la proyección. Para empezar, el corto Los living Dead, a cargo de César Barragou y Max Scheider. A continuación llega el trailer de la mencionada Nunca Asistas...: NUNCA MÁS Asistas a Este tipo de Fiestas. Hay sangre, muertes... Prometedor.
Y después, sí, el opus mágnum Farsesco. Luchas, persecuciones, situaciones escatológicas, la siempre hermosísima Laura Azcurra, pero, además, un claro mensaje: Filmar. Filmar sin importar los inconvenientes.
El público responde. Ríe, pone cara de asco (una chica tragándose su propio vómito no es algo muy lindo de ver), aplaude, se burla de los conocidos que aparecen como extras.
Termina la proyección. Aplausos interminables. El público sale de la sala. En el hall, todos felicitamos al equipo Farsa. Entre la multitud, y dos horas tarde, aparece Diego Curubeto. Sin duda, el Charly García de los periodistas de cine. Si se lo cruzan, jamás podrán olvidarlo.
De pronto entra un comando de chicas armadas con ametralladoras de juguete. Una de ellas lleva una torta a medio comer... ¿con forma de miembro viril masculino? Buscan a Parés, que, al igual que el resto de los presentes, rechaza una porción.
Son casi las 3 AM. Afuera, llovizna y hace frío. De todas maneras, pinta para ir a alguna fiesta. Se consideran varias opciones, hasta que el grupo decide ir a una casa en San Juan y Pichincha. Se forman varios subgrupos para ir en vehículo. Quien redacta estas líneas viaja con Chiqui y dos amigos en el auto del estupendo Sebastián Cabrera, otrora compañero en la escuela de cine y novio de Chiqui. Durante el viaje se charlaron de temas tan profundos como Bailando/Patinando por un Sueño.
(Recordar los lomos de la mayoría de esos gatos le impiden a uno vomitar).
Al llegar, una de las chicas dice saber de buena fuente que Tinelli tiene un hijo secreto con Marixa Balli (¡¿?!).
En la casa de San Juan y Pichincha se celebra esas fiestas de casa abandonada, con gente apretujándose en espacios reducidos, bebiendo cerveza de litro en vasos de plástico, música ochentosa y buena onda en general. Excelente.
Los Farsa festejan, ríen, se abrazan a sus chicas. Este humilde redactor conoció a Esteban Rojas, representante chileno de la productora, que viene de colaborar con los también trasandinos Nicolás “Promedio Rojo” López y Jorge “Sangre Eterna” Olguín.
Y es en medio de este clima tan ameno, tan victorioso (¡Ni siquiera faltó "La isla del sol", un clásico de los viajes de egresado!) , que termina esta pequeña crónica.

Filmatron será proyectada durante el resto de septiembre en el Malba, los viernes y los sábados a la medianoche.
Para conocer más de farsa, pueden meterse en http://www.farsaproducciones.com.ar/

miércoles, 12 de septiembre de 2007

Cambios

Juan estaba muy disconforme con Luli, su tortuga nueva. Caparazón, cuatro patas, cola, cabeza... ¡Como cualquier tortuga!
Decidió hacer algunos cambios.
Agarró una pinza, la usó para atrapar una pierna y la cortó con el cuchillo de hoja como serrucho. Luli pegó un gritito agudo, sangró, intentó esconderse en su coraza. Juan empuñó el martillo y lo descargó sobre el caparazón. Al principio resultó difícil, pero logró abrirlo. Eso sí: el animalito murió a los pocos segundos, luego de una desagradable agonía.
No importa, se dijo Juan. Por lo menos, ahora es una tortuga distinta.

jueves, 6 de septiembre de 2007

La mejor película de acción de la historia


La mejor películas de acción de la historia. Así defino a la gloriosa Bourne: el Ultimátum, que completa la trilogía iniciada por Identidad Desconocida y La Supremacía Bourne. Peleas, tiros, persecuciones, todo contado con un estilo crudo, inmediato, realista, sin concesiones y sin boludeces argumentales. Porque John Woo es un genio, pero sus escenas de acción en cámara lenta ya hartaron desde hace rato.
¡Larga vida a Paul Greengrass y su realismo sucio!

martes, 4 de septiembre de 2007

9:14:32

Se supone que los recreos deben ser un oasis en medio de clases aburridas, tareas interminables y profesores de los que mejor no hablar.
Para mí son un castigo.
En el otro extremo del patio, cerca del kiosco, Ceci y Mateo se miran sonrientes, las manos de ambos entrelazadas. Él dice algo, ella ríe. Las carcajadas se oyen por sobre el ruido de la muchedumbre y llegan hasta donde me encuentro.
Ceci es mi amor imposible. Una muñequita blanca, de pelo rubio, ojos verdes...
¿Qué habrá visto en Mateo?
Lo sé: carisma, plata, un parecido a Tom Cruise... Pero es un estúpido que se la pasa fastidiando a otros compañeros y también a los docentes. Como si esos chistes verdes que cuenta en medio de clase valieran algo. Se burla de todos. En especial de mí: me llama “Gnomo” o “Hobbit”. O, directamente, “Pelotudo”.
Y sí, admitamos que no me parezco a Mateo.
Soy inteligente y amable, más que nada con Ceci. Sin embargo, cada vez que me le acerco, le hablo y pago el pancho que acaba de comprar, ella me dice:
—¡Salí de acá, nenito!
¿”Nenito”? ¡Si los dos tenemos quince años!
En cambio, Mateo le dice dos palabras y la tiene a sus pies.
Es injusto. Nunca lo entenderé. ¡Ceci debería estar conmigo! Yo saco excelentes notas, me porto como corresponde, nunca le falto el respeto a nadie. Leo, leo mucho. ¡Mateo ni sabe quién es Poe, o Maupassant, o H. G. Wells! Yo sé cómo aprovechar el tiempo. Pero claro: a las chicas buenas —buenas entre comillas— les gustan los chicos malos. Deben verlos como sujetos que no le temen a nada, o algo así. Tal vez las mujeres son todas unas masoquistas.
Mateo y Ceci van al kiosco. Mientras él compra dos alfajores de chocolate, saluda sonriente a pibes de otros cursos, como si fuera el verdadero Tom Cruise. ¡Y encima esos zánganos, temerosos de su influencia, le devuelven el saludo! Ceci le pasa una mano por la cintura. Mateo se gira para mirarla e intercambian un beso de lengua.
Aprieto los dientes, cierro las manos. Mi corazón late acelerado, como si se preparase para explotar. Mi cuerpo hierve; casi siento humo manar de mis poros.
¡Basta! ¡Se terminó! Pasé demasiado tiempo conteniéndome.
Ese taradito no sabe quién soy.
Nadie lo sabe, en realidad.
Miro mi reloj: las nueve y trece minutos con cuarenta y dos segundos.
Suspiro, empiezo a concentrarme.
La parejita feliz sigue a los besos, ignorando lo que sucederá.
Cierro los ojos. Imagino un gigantesco reloj de estilo victoriano, en pleno funcionamiento.
9 horas, 13 minutos, 59 segundos.
Las agujas, de un diseño tan clásico y exquisito como el resto del aparato, provocan un estruendo al moverse.
9 horas, 14 minutos, 2 segundos.
Aumento mi concentración.
Está dando resultado: las agujas se mueven con más esfuerzo.
Abro los ojos.
A mi alrededor, la acción se desarrolla en cámara lenta. Como si fuera una película y alguien hubiera decidido ralentizar la imagen. Y los pibes hablan y ríen y corren como si nada. Me recuerda a uno de esos ridículos videoclips.
Mateo y Ceci se chuponean a la misma velocidad, lo que le da un aire más romántico, cosa que abomino.
Concentrate, concentrate...
9 horas, 14 minutos, 16 segundos...
Los movimientos de las agujas se hacen más débiles.
9 horas, 14 minutos, 18 segundos...
Primero se detiene la aguja pequeña, luego la grande, y, a lo último, la finita.
9 horas, 14 minutos, 32 segundos.
Ahora, los alumnos, estatuas de carne y piel.
Perfecto. Cada vez me sale mejor.
Me dirijo a la parejita feliz. En el camino empujo al bravucón de Raúl Ochoa, que cae sobre las baldosas provocando un ruido que resuena en un eco. Mis pasos generan el mismo efecto. Me encanta.
Me detengo junto a Mateo y a Ceci. Ambos habían quedado abrazados y a los besos.
—¿Quién te creés que sos, eh? —le digo al imbécil—. ¿Tom Cruise? ¿O algún otro malnacido con la sonrisa dibujada? ¡Vamos, respondeme! ¿Qué te pasa? ¿Te quedaste mudo?
Cierro fuerte un puño y le doy dos, tres, cinco golpes en la espalda. Se tambalea un poco. Mis nudillos quedan hechos un desastre. Pero no importa. En momentos como los de ahora doy gracias por haber nacido con cierta... capacidad especial.
—Ya vengo —le digo a Mateo—. No te vayas a ir, eh.
Enfilo a mi aula.
Junto a la puerta, los ahora rígidos Becerra, Schenone y Alejandro Martínez me impiden el paso. Empujo a los primeros dos para poder entrar. Voy a mi pupitre, abro mi mochila y saco el cuchillo de carnicero.
—Hoy vas a debutar.
Vuelvo con los patéticos tortolitos. Separo a Mateo de Ceci.
—Así que querés seguir apoderándote de la chica que amo, ¿no?
Lo apuñalo. Muchas veces lo apuñalo. En el estómago, en los brazos, en esa cara de galancito. Como supuse, la sangre no mana; recién comenzará a hacerlo cuando el tiempo vuelva al ritmo de siempre. Pero los tajos quedan muy simpáticos.
—Idiota —y culmino con un formidable corte en la garganta.
Noto que Ceci todavía conserva la posición del abrazo y los labios como si siguiera besando al cretino de su novio.
La odio. Comprendo que, aunque a Mateo le caiga un meteorito en la cabeza, seguirá detestándome.
La acuchillo en la cara y en los pechos, que son bastante abultados. Le subo la pollera del uniforme y la apuñalo varias veces ahí abajo, en esa zona.
—Te lo merecés.
De pronto mi mirada se topa con la de Ricky Ocampo, fiel lugarteniente de Mateo a la hora de molestar al prójimo. Ahora ríen frente a tres individuos que conozco de vista y también gustan de fastidiar.
No dudo en acuchillar a esos matones también, como tampoco al grupo de chicas cerca del mástil, ni a los dos afeminados de segundo año, ni a los de primero que juegan —mejor dicho, jugaban— al fútbol con una lata de Coca-Cola vacía...
Me canso. Respiro hondo. El brazo me duele de tanto moverlo.
Noto que ataqué a más de la mitad de la escuela. El frenesí me había llevado a más de lo que tenía en mente. Son cosas que pasan.
Voy al piso de arriba y me quedo en uno de los balcones que me dan una vista de todo el patio. Me focalizo en los tortolitos.
Antes de concentrarme en regresar el tiempo a la normalidad y presenciar un prometedor reguero de sangre cortesía de unos cincuenta educandos, me quedo viendo un pajarito suspendido en pleno vuelo. La lombriz que lleva en el pico permanece igual de inmóvil.
Debería usar mis poderes para cosas buenas, pienso. Mmm... Mejor no.
Me concentro de nuevo. Visualizo el fino reloj. Las agujas, en el mismo lugar que la última vez.
9 horas, 14 minutos, 32 segundos.
El entusiasmo por ver sangre entorpece la operación, pero me concentro más fuertemente.
Vamos, vamos, vamos...
Nada de nada.
Vamos, mierda...
¿Qué está pasando, eh? No sería nada lindo quedarme atrapado justo acá y ahora, con estos cadáveres petrificados.
Vamos, concentrate bien, vamooos...