sábado, 5 de marzo de 2011

MATIAS ORTA: el terror ochentoso. PARTE 1


La primera parte de una entrevista que me hizo Leandro Adrian Balbuena para su página Cine fantástico y bizarro. No sé si me entrevistarán de nuevo alguna vez, pero dudo que cuente tanto como ahora: comienzos, influencias, Michifus, A Sala Llena, Thom, Lucky, Carpenter, De Caro, radio, La Abadía de Carfax, Recortadas, de todo. Tan larga quedó la entrevista, que hubo que partirla. ¡INFINITAS GRACIAS, LEANDRO!


1. ¿Cuándo te diste cuenta que escribir era lo tuyo?

Desde chico inventaba cosas. Dibujaba y escribía (es decir, hacía mamarrachos, jaja). Historietas, más que nada. Una, de pocos cuadritos, terminó apareciendo en el diario que hacíamos en la primaria, n un taller de periodismo. No era bueno dibujando, pero disfrutaba haciéndolo. También creaba historias cuando jugaba mucho con mis juguetes. No fue una buena época en lo personal. Era escaparme a un mundo aparte o volver loco.

Lo que inventaba eran casi copias de lo que veía por televisión. Solía dibujaba versiones más sangrientas de películas de terror, ciencia-ficción y fantasía que veía por la tele. Usaba crayones, y recuerdo que siempre se me partía el rojo de tanto darle. Así que nada muy original lo mío. Pero bueno, así somos todos de chicos.

Considero mi primer cuento uno que escribí a los 10 u 11 años, ahora no lo recuerdo. Era sobre un chico perseguido por un muerto viviente en una casa abandonada, o algo así, jaja. Era onda Terminator: el monstruo persigue a la víctima y parece no lo podés frenar con nada. Como los intentos de historietas que venía dibujando. A los 11 escribí un cuento sobre un chico que era molestado por un compañero de clase, pero molestado mal. Hasta que el chico pierde la paciencia y lo mata de un palazo, para luego enterrarlo en el jardín de la casa. Pero el compañero agresivo se levanta de la tumba. Fue una de las primeras cosas con elementos autobiográficos, y con expresiones de deseo muy oscuras. Me mudé hace poco y pude recuperar mucho de lo que hacía en aquella época, pero nunca encontré ese cuento. Pero sin dudas, quien se atreva a leer ese y el de la persecución en la casa notará que lo más terrorífico es la ortografía y el nivel de redacción, jajaja.

Con los años, empecé a dibujar menos y a escribir más. Pero no me gustaba lo que escribía. Sabía que los cuentos no estaban buenos, pero no lograba precisar por qué. A los 15 años, a la salida de la Feria del Libro, cayó en mis manos (nunca mejor utilizada esa frase hecha, porque casi surgió de la nada) una revista llamada Neuromante. Me cabió: contenía cuentos y notas de los géneros que me gustaban. En una de las últimas páginas figuraba una propaganda de un taller literario, a cargo de un tal Marcelo di Marco. Yo no sabía lo que era un taller literario, pero sospeché que tenía relación con eso que estaba buscando para mejorar mis cuentos.

En ese tiempo vivía —y todavía vivo— en Remedios de Escalada, y viajaba a Capital, con suerte, dos o tres veces al año. Pero empecé a ir seguido a partir de aquel año. Frecuenté las reuniones de los responsables de Neuromante y de otras revistas similares, en un bar de Congreso. Era el Círculo Argentino de Ciencia-ficción y Fantasía. Fue como ingresar a una dimensión paralela, más interesante que mi vida comunacha (ojo, para ese entonces mi vida personal era bastante más tranquila que antes). Esa gente veía las películas y leía los libros que yo había visto o leído o quería ver y leer. En una de esas reuniones pregunté por Marcelo di Marco, y me contaron cómo trabajaba.

Una o dos semanas después, como por un impulso, dejé los apuntes de Biología (tenía examen al día siguiente, pero no me importó) y llamé a Di Marco. Nunca había tenido contacto directo con un escritor y no sabía bien cómo debía expresarme frente a uno. La idea que yo tenía de un escritor era de un Borges: viejo, inaccesible, que hablaba usando frases complicadas y citando a filósofos aburridos de siglo atrás. Muy prejuicioso lo mío, ja. Resultó que Marcelo y yo compartíamos gustos literarios y cinéfilos. Fui a su casa unos días después y pegamos onda. Era como el padre que siempre haba querido tener. Se convirtió en mi mentor y en un gran amigo y confidente. Trabajamos varios cuentos y una novela: Ellos vendrán a devorarte, todavía inédita. Fui al taller desde 1996 hasta 2003, pero seguimos siendo grandes amigos y colegas y miembros de La Abadía de Carfax. Siempre le estaré agradecido a Marcelo.


2. ¿Siempre recurrís a dosis de gore y violencia explicita en tus cuentos? ¿Quiénes fueron y son tus influencias literarias y cinéfilas en esta área?
Sí, es verdad que varios de mis textos contienen sangre y situaciones desagradables. Pero también escribí cuentos más basados en los climas y la tensión, sobre todo mediante los diálogos. Durante años escribí cuentos de ese estilo, que fueron distinguidos en concursos literarios. La carnicería salvaje era más común cuando era chico, y revivió ahora, aunque con una impronta más madura, espero. Muchas veces, determinadas vivencias y frustraciones despiertan en vos tu lado más peligroso y desagradable. Y lo más sano e inofensivo es canalizarlo a través de actividades artísticas. En todo artista hay un criminal en potencia. Bah, a veces parece que no alcanza, como a Charles Manson, jaja.

En cuanto a las influencias en el área de gore y violencia, me críe viendo pelis de John Carpenter, George A. Romero, David Cronenberg, Wes Craven. También Darío Argento, Sam Raimi, Stuart Gordon, películas como El loco de la motosierra... Aunque por supuesto que vi mucho de la Hammer y de la Amicus y otras pelis de los ’50 y ’60, pesó más el terror de los ’70 y ’80. Actualmente, los mejores herederos de esa movida son Alexandre Aja, Eli Roth y Rob Zombie. Los franceses vienen haciendo pelis extremas, como Inside: la venganza, La frontera del miedo y, sobre todo, Martyrs. Por supuesto (y aquí caer en un lugar común), la película más aterradora que vi nunca es El exorcista.

Fuera del terror (bueh, no tanto, jaja) me impresionaron películas como La naranja mecánica, Saló y los 120 días de Sodoma, Réquiem para un sueño, las de Gaspar Noé... En los últimos años, mis textos más violentos tienen su influencia por ahí (a veces, ni siquiera por ahí) que por el lado del terror más clásico.

Pasando a la literatura, Edgar Allan Poe es ineludible. También Lovecraft. Richard Matheson es un genio. Y Stephen King, quien sigue siendo el referente en cuanto a literatura fantástica de los últimos cuarenta años, más allá de que escribió libros sin elementos fantásticos, que suelen superar a los otros, de por sí maravillosos. No puedo dejar de nombrar a las antologías que publicaba Martínez Roca a fines de los ’80 y comienzos de los ’90. Se la conocía como la serie Horror, y podías encontrar cuentos de King (infaltables) y de autores como Robert Bloch, Ramsey Campbell, Thomas M. Disch. Indispensables. Pero quien más me marcó de pendejo fue Clive Barker. Es como un artista del Renacimiento: hizo teatro, pinta, escribe, y dirigió películas, empezando por Hellraiser, otra de mis favoritas. Aunque donde más se luce es en su faceta literaria. Su colección de cuentos Libros sangrientos es de lo más sorprendente, perturbador, atrevido e imaginativo que leí nunca. Un cuento mejor que el otro. También conseguí sus novelas, cuasiinconseguibles en este país. Barker fue una influencia decisiva cuando escribí Ellos vendrán a devorarte.

En los últimos años, descubrí a autores como Alex Garland, Chuck Palahniuk... y también escritores argentinos muy grossos: Carlos Chernov, Rafael Pinedo, Gustavo Nielsen (que hace poco ganó el Premio Clarín de Novela) y Leonardo Oyola. Son autores que incursionan en el género fantástico, pero con una mirada muy personal. Me gusta en particular cómo Oyola combina elementos policiales con cultura pop.

3. ¿Cómo se te ocurrió filmar MICHIFUS?
Michifus fue un proyecto para el Cievyc, donde estudié cine. En 2003, a principios del segundo año de carrera, nos dieron a cada alumno 30 metros de fílmico, blanco y negro, para hacer un corto. Con esa cantidad de metro, no podíamos hacer algo que durara poco más de dos o tres minutos. Entonces me puse a pensar ideas y, como justo estaba preparando un proyecto creativo con asesinatos, se me ocurrió la idea para el corto. Era una idea simple, fácil de hacer y muy poderosa... y graciosa. Porque es muy truculento lo que sucede en el corto, pero también gracioso (¿?).

Lo escribí para que lo protagonizara un chico. No sabía quién, pero lo encontraría. Pero le conté a Pamela, mi hermana, y dijo que sería más tenebroso si era una nena la que actuaba. Como ella tenía 12 años y aún no había pegado el salto hormonal, decidí elegirla como actriz. Hicimos una prueba en el Cievyc, delante de mis compañeros, y todos quedaron impresionados. Quedaba genial Pamela.

El gatito también iba a ser otro, pero entre una cosa y otra debí recurrir a María Celeste, la mascota de una amiga. Tenía mis dudas, porque era un animal bastante viejito y arisco, y caminaba mal: de chiquita cayó al revés que los gatos normales, jaja, y se jodió la columna. Pero cumplió, por suerte, jaja.

Filmamos el corto el domingo 31 de agosto, y no hubo demasiadas complicaciones. Todo salió como estaba planeado, salvo por un detalle: originalmente el gatito debía beber leche del plato, pero no quería hacerlo. Así que optamos por la carne picada, que había comprado el día anterior por si acaso. Y eso sí comió, por fin. Como filmamos en 16mm, no había margen para el error. Las cosas salieron bien durante el rodaje, aunque hasta que no fui a Cinecolor y vi el material revelado nadie estaba muy seguro de cómo se vería. Los cortos que habían filmado mis compañeros tuvieron problemas de distinta índole, sobre todo técnicos. Por suerte, la imagen se veía de diez.

El corto fue presentado en sociedad en una muestra del Cievyc, en la sala 1 del cine Lorca. Los alumnos llevaron a sus familiares y amigos, pero yo fui solo. Sabía que Michifus estaba bien y quería verlo en pantalla grande, pero no tenía expectativas de nada. Pero a los presentes les encantó y fue uno de los cortos más votados. Fue como un presagio de lo que pasó después: fue semifinalista en el III Festival Crepusculum de Cine Fantástico; fue proyectado en el Buenos Aires Rojo Sangre; estuvo en Uncipar, donde lo pasaron tres veces a pedido del público... Hasta en el Malba lo proyectaron, en el Festival del FEISAL de 2005. Ver el corto en el Malba, donde uno va a ver clásicos del cine mundial, fue el colmo de la gloria. La respuesta del público no fue tan efusiva como en Uncipar, pero era el Malba y eso me emocionó.

Michifus integró la programación del Puerto Rico Horror Film Fest. Y todavía lo siguen difundiendo por la web y lo proyectan en bares culturales y fiestas. Todavía no puedo creer las alegrías que me dio ese corto. Bastante bien para ser algo en lo que ocurre determinada situación (no contemos cuál, jaja) y punto. Aún hoy muchos lo consideran mi mejor carta de presentación.

4. ¿Tenés pensado algún otro corto?
Después de Michifus hice otros cortos, de los que sólo rescato Familia, que es similar, pero mejor en varios aspectos. Pero, como suele pasar, aprendí más de los otros que no salieron tan bien.

Y tengo pensando otro corto. Pero mejor no anunciarlo más porque lo vengo posponiendo desde hace años, jaja. Hay ideas para cortos. Pronto estaré filmando algo. Siempre me digo que debería haber filmado más, en vez de escribir tantas críticas (que hago con gusto). Pero todavía soy joven, así que me queda mucho por hacer.

5. ¿Qué es LA ABADIA DE CARFAX? ¿Cómo surgió?
La Abadía de Carfax, círculo de escritores de horror y fantasía surgió a principios de 2005. Marcelo di Marco se dio cuenta de que varios de los integrantes de su taller literario tenían un gusto muy marcado por la literatura de temática extraña y terrorífica. Así que creó este hermoso grupo. Mis compañeros carfaxeanos son excelentes como personas y como escritores. Aprendo mucho de ellos y con ellos. Un privilegio compartir momentos junto a amigos así. Lo genial es que todos tenemos inclinaciones distintas dentro del género fantástico: a uno le tira más la onda Lovecraft, a otro el terror psicológico... y así nos complementamos.

Ya publicamos dos antologías, editadas por Elaleph.com: Cuentos de la Abadía de Carfax y Cuentos de la Abadía de Carfax 2. Se consiguen en las cadenas de librerías Cúspide y Paidós, y en www.elaleph.com. Y ya está en preparación la tercera parte. ¡Hay Carfax para rato!

6. En THOM e I LOVE LUCKY sobresale tu conocimiento sobre música, cine y redes sociales. ¿Cómo nació tu pasión por estas tres cosas?
Empecé a ver películas por televisión, no tanto por cine. No vengo de una familia de artistas ni de gente muy culta. De niño, muchas cosas las fui descubriendo por mi cuenta. Veía mucha tele, pero de todo: desde Flavia Palmiero hasta Hugo Guerrero Marthineitz, pasando por las telenovelas de Verónica Castro. (Y, en esa época no tenía cable, jaja). Mirar tele era otra vía de escape. Pero mi programación favorita eran las películas: Sábados de superacción y otros ciclos de pelis con monstruos, platos voladores, asesinos enmascarados y esas cosas que me gustaban. De chico me llevaban poco al cine, y para ver las típicas películas para chicos: las de García Ferré, Las aventuras de Chatrán... Después compraron la videocassettera y ahí sí pude elegir. Como siempre tuve buena memoria, me aprendía rápido nombres de películas, directores, actores, lo que fuera. A los 11 años casi entro a hablar de películas de terror en un programa de Lomas de Zamora, pero al final no se dio. Ahora que lo pienso, mejor así, jaja, porque era un ignorante. Todavía sigo aprendiendo y nunca dejaré de hacerlo.

Como casi todo el mundo, crecí con música. Tengo muy presente la de los ’80 y los ’90 porque crecí en esas décadas. Pero también de chico fui descubriendo al rock de los ’50, a Los Beatles, el heavy metal. Nunca pertenecí a ninguna tribu urbana, pero en la adolescencia a escuchar hard rock y heavy metal: Iron Maiden, Black Sabbat, Judas Priest. Metal de todas las épocas. Todavía me sigue cayendo bien el heavy, pero escucho de todo: glam rock de los ’70 —Bowie, T-Rex, Roxy Music—, punk rock —Ramones, The Clash—, new wave, electropop, bossa nova, de todo. Hasta admito que la cumbia y el reggaeton son indispensables para cualquier fiesta.

No me considero un apasionado de las redes sociales, aunque por momentos pareciera que sí, jaja. Empecé a usar Facebook en mayo de 2008 y de a poco le fui encontrando sus cosas positivas. Sirve para fortalecer relaciones y para conocer gente con gustos como los míos. Por supuesto, en los primeros días, fui uno de los incautos de pensar que el famoso de turno con el que me encontraba era el verdadero, no un impostor, jaja. A Twitter llegué a fines de 2009, pero empecé a usarlo seguido a mediados del año pasado. Hay gente que prefiere Twitter por sobre Facebook y viceversa. Muchos twitteros dicen que Facebook es careta, y los Facebookeros sostienen que Twitter es frío y tonto. En mi opinión, son dos buenísimos espacios para conocer gente, consolidar relaciones, difundir tus emprendimientos... y, muchas veces, caer en el boludeo más gratuito, jaja. Claro que depende de cada quién. Muchos creamos (me incluyo) en las redes sociales una versión ideal de nosotros mismos. De hecho, la mayoría no ponemos nuestras caras en el avatar. Hay personas que son super ácidas, pero en la vida real son tiernas como gatitos... o al revés. Quién sabe cuántos asesinos seriales hay por allí. (Uy, ya los puse paranoicos, jajaja). Hablando en serio, no juzgo si la gente proyecta otra imagen. Por mí está bien. Todos proyectamos determinada imagen ya en la vida real. Uh, creo que me estoy yendo por las ramas, jaja.

También tengo cuenta en MySpace y en Sonico, pero nunca las uso. Sí le presto atención a LinkedIn.

En definitiva, cada red social tiene lo suyo y está en uno saber explotarla.

7. ¿Quiénes integran A SALA LLENA?
Actualmente, los responsables máximos del site somos José Luis De Lorenzo, Tomás Luzzani, Rodolfo Weisskirch y un servidor. Quisiera mencionar también a Florencia Gasparini Rey, que estuvo en los primeros tiempos.

Y tenemos cerca de veinte colaboradores, todos muy buenos.

8. ¿Cómo surgió la idea de esta web? ¿Cómo mantienen la calidad y el ritmo de las publicaciones con el correr del tiempo?
José y yo escribíamos contenidos para el sitio de Chak Films, productora de Seba De Caro. En 2008 José me comentó la idea de una página web sobre cien, en la línea de Otros Cines, pero con más puntos de vista sobre una misma película, incluso si esa peli nos gustaba a todos. Recién en enero de 2009 no juntamos José, Flor y yo, y le dimos forma a lo que luego se conoció como A Sala Llena. Debido a lo carísimo que salía armar un sitio como el que queríamos, decidí armarla yo. No tenía tantos conocimientos sobre el tema y tampoco mucho tiempo, pero lo hice. Me la jugué. Y quedó la página que ves ahora: un ejemplo de lo que NO debería ser una página web. De hecho, pronto habrá un rediseño. Pero sirvió para empezar. Los contenidos superan la parquedad del diseño. Y no paramos de crecer. Hacemos críticas de los estrenos semanales; entrevistamos a personalidades del cine y del teatro, de Argentina y del exterior; cubrimos festivales y eventos... Eso se debe a que hacemos las cosas lo mejor posible, y me atrevo a decir que en varios aspectos somos más profesionales que unos cuantos veteranos del medio. Para empezar, no nos dormimos en las privadas, jajaja.

A continuación, la segunda parte.

Para verla en la página de Facebook, cliqueen aquí.


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