miércoles, 29 de agosto de 2007

Jugando a la familia


Sin hermanitos ni amigas con quienes jugar, a Sol la vida le resultaba bastante aburrida y triste. En la Sala Verde no se llevaba bien con nadie. Eleonora, la vieja que la cuidaba, no le permitía salir a la calle ni ver televisión, y siempre la obligaba de mal modo a hacer la tarea. En cuanto a papá y mamá, nada de diversión: lo único que querían hacer no bien regresaban del trabajo era comer algo y dormir. Y cuando tenían tiempo la ponían a jugar con cosas feas, como las damas, o le compraban horribles muñecas que parecían monstruos. ¡Todo tan deprimente!
Pero cuando se enteró de que el tío Willy vendría al asado del domingo, Sol se puso a cantar y a bailar por toda la casa.
A diferencia de los demás, el tío Willy parecía tener tiempo para todo. Se la pasaba contando chistes y haciendo voces de animales, cosas que Sol disfrutaba. Con el tío Willy podía jugar a la mancha, a la escondida. La llevaba a pasear, corrían carreras por el patio.
Y también jugaban con las hermosas muñecas y ositos de peluche que él le traía. "Mi hijita postiza", solía decirle el tío. Sol no sabía lo que eso significaba, pero pensó que, viniendo del tío Willy, debía ser algo buenísimo.
Sí, el tío Willy era genial. ¡Y vendría de visita!


Por fin llegó el domingo.
La casa comenzó a llenarse de parientes, uno más aburrido que el otro. ¡Pero de repente apareció el tío Willy cargando un enorme paquete rosa!
—¡Tío!
Sol se lo arrebató, y al deshacer el envoltorio no pudo creerlo: ¡el precioso bebote que tanto ansiaba y que el malo de papá no quería comprarle!
—¿Te gusta? Viene con cuna y todo.
—Me encanta, tío Willy. Le voy a poner… Luli le voy a poner. Luli, eso.
—¿Luli? Bonito nombre.
—Vayamos a jugar con él.
—Por supuesto —vieron que todos se sentaban a la mesa—. Me parece que el asado ya está, así que dejémoslo para después de comer, ¿sí? Después de comer jugamos a todo lo que quieras.
Contenta, Sol abrazó al tío Willy y, tal como le había enseñado mamá, agradeció el regalo.
El asado y las ensaladas eran abundantes, pero, como ocurría a menudo, nadie pudo comer bien: no dejaban de reírse de los chistes y las historias del tío Willy.
—¡Qué maestro, che! —le dijo el tío Osvaldo.
—¡Vos sí que sos un loco, Willy! —dijo el abuelo José.
Sol no comprendía aquellos chistes, tan diferentes de los que le contaba solamente a ella. Fue hasta el asiento del tío Willy.
—Juguemos a la escondida, tío.
Sol vio que el resto de la familia la miraba, enternecida.
—Acá adentro, no —dijo papá, terminante.
—Afuera hace frío —dijo el tío Willy—, y recién terminamos de comer.
Aun cuando le decía que no a alguna cosa, el tío Willy seguía siendo muy simpático y bueno.
—Podrían ir a jugar con la muñeca nueva —propuso mamá.
—¡Claro! —dijo el tío Alberto—. A la familia jueguen.
La madre sonrió:
—Es lo que jugábamos nosotros cuando éramos chicos, ¿te acordás?
—¡Qué buena idea! —dijo Sol, contenta. Ella también jugaba a la familia, y bastante seguido. Disfrutaba siendo una mamá buena y cariñosa.
Agarrados de la mano, Sol y el tío Willy fueron al piso de arriba. Los demás se habían puesto a charlar en voz muy alta. Por suerte, cuando entraron a la habitación de la niña y cerraron la puerta, ya no se sintió mucho.
—Me encanta tu cuarto —dijo el tío Willy, mirando a todas partes—. Siempre tan prolijo.
A Sol le gustó el elogio: aquella mañana se había encargado de hacer la cama ella solita; incluso había limpiado el piso y los muebles. El tío no debía ver nada sucio.
El tío se agachó juntó a Luli, que dormía en la cuna.
—Estaba cansado por el viaje —dijo Sol—. Ya se está por despertar.
—¿Empezamos a jugar? —el tío Willy agarró a Luli.
—Sí. Yo soy la mamá, vos el papá y Luli nuestra hijita, ¿dale?
—Perfecto.
Sol fue hasta el baúl de los chiches y sacó un juego de tazas y platos que el tío le había regalado en la visita anterior, y preparó el desayuno. Al tío le gustó, como siempre, y también a Luli. Después vieron tele, cruzaron la calle, pasearon por el zoológico de Disneylandia... y volvieron a casa, listos para dormir.
Mientras Sol acunaba a Luli, el tío Willy dijo:
—Ya que somos padres, pensaba...
—¿Sí?
—Pensaba que podríamos hacer lo que hacen todos los papis, Sol.
—No te entiendo.
—Los papis de verdad hacen cosas que a vos no te dejan ver, pero que son muy interesantes. Podríamos hacerlas, ¿te parece?
Sol seguía sin entender.
—No, no entiendo —dijo—. ¿Qué hacen los papis?
El tío cerró la puerta con llave.
—Los papis hacen… —le dijo, al tiempo que se arrodillaba junto a ella—. Hacen cosas como esta —y la besó.
Sol se quedó desconcertada. Siempre le daban besos en la mejilla, nunca en la boca.
Como tenía por costumbre, el tío comenzó a acariciarle el pelo. Y después hizo algo distinto: la mano bajó al brazo, siguió por la cintura. Y llegó a la cola, que apretó fuertemente.
Sol recordó que mamá y papá sí se besaban en los labios y se tocaban el cuerpo, y volvió a sonreír. El tío Willy tenía razón: estaban haciendo algo que hacían todos los papis.
El tío comenzó a bajarse el cierre del pantalón. De la bragueta abierta sacó algo llamativo, como un gusano rojo y feo que se volvía cada vez más gordo.
A Sol le causó mucha gracia, y más cuando el tío apretó al gusano y comenzó a sacudirlo. ¿Papá también tendría uno de esos? ¿Haría papá lo mismo?
—Vení.
Sol no se atrevía. Aquella cosita era cómica, pero le daba miedo tenerla tan cerca.
—Vení. Acercate.
Un terrible chorro salió del gusanito y le empapó el buzo y la alfombra del piso. Descubrió que también había alcanzado a Luli: toda la carita estaba enchastrada de un líquido blanco, como una leche pegajosa.
—La manchaste, tío —Sol empezó a limpiarla con la manga de su buzo.
—Podrías —dijo el tío cariñosamente—, podrías limpiarla con la lengua.
Sol puso cara de asco.
—¿Con la lengua?
—Con la lengua.
—¿Esto también hacen los papis? Papá y mamá, no.
—Lo hacen todo el tiempo.
Sol obedeció. Probó con la punta de la lengua y puso cara de asco.
—No me gusta —miró al tío Willy.
—¿Qué pasa? ¿Ya no te gusta jugar conmigo?
—Me encanta jugar con vos.
—¿Y entonces, Sol? Vamos, lamelo como un gatito.
Sol sonrió y se acercó otra vez a la cara de la muñeca. Al principio tuvo arcadas, pero luego se acostumbró.
—Eso. Ahora acostate en la cama.
Sol hizo caso.
—Boca abajo acostate.
El juego se hacía cada vez más extraño, pero Sol no podía dejarlo. ¿En dónde había aprendido el tío aquellas cosas?
—¿Y ahora qué, tío?
Sintió que le sacaba los pantaloncitos, le acariciaba la cola.
—Tío...
Oyó que se subía a la cama, justo sobre ella.
—Tío Willy...
—Los papis siempre se acuestan juntos —dijo—, ¿te acordás?


—¡Sol! ¡Willy! ¡Bajen, que se están perdiendo el postre!
—¡Ahora bajamos! —contestó el tío.
Sol sintió que el tío se bajaba de la cama.
—Yo nunca te pido nada —dijo el tío Willy mientras se subía los pantalones—. Pero esta vez voy a pedirte algo.
Sol trató de pararse, pero le dolía. El tío la ayudó a ponerse el pantalón.
— De esta parte del juego no hables con nadie. ¿Está bien?
—Está bien. —Juralo, como te enseñó tu papá.
—Lo juro.
Bajaron al comedor, donde todos charlaban. Había helado de chocolate y frutilla.
—¿Jugaron mucho? —preguntó mamá.
—No divertimos como locos —dijo el tío, sonriente.
—¿Cómo sos, eh? —Mamá rió—. La consentís demasiado, Willy.
—No me molesta para nada.
De repente mamá puso cara de preocupación.
—¿Estuviste llorando, Sol?
—En un momento se cayó y lloró un poco —el tío miró a Sol y le acarició el pelo—. Pero la abracé y se tranquilizó. Es una divina.
Se sentaron a la mesa. Sol no tenía demasiada hambre, pero vio que el tío comía a lo bestia.
 Le gustaba verlo tan feliz.

4 comentarios:

Sebastian dijo...

I M P R E S I O N A N T !!!!!!!!!!!!

Hombre!! Pero que mente tan...¿?¿?... Deliciosamente retorcida... Muy bueno, sinceramente (Cof...Cof...Muy hijo de puta el
tio...cof...cof). Jodas y prejuicios aparte, excelente cuento de terror, suspenso y morbosidad en grado sumo. Quiero pedirte que me sigas enviando cuentos al mail... Pero con
un aditamento... !!Los derechos de autor!! jajaj, no mentira, te queria pedir si me los podes mandar en Word, solo para
guardarlo y leerlos cada vez que estoy muy poco asustado antes de ir a dormir.

Te dejo un gran abrazo y segui asi, que vas a matar a varias personas de ataques nerviosos y cardiovasculares.

Salu2:
>Toto

Matías Orta dijo...

Gracias, Toto, me alegro que te haya gustado. Es de lo mejor que escribí.

M.

Anónimo dijo...

Epater le bourgeois. Está muy bien lo del punto de vista pero no lo encuentro tan conmovedor, y hasta diría un poquitín cobarde. Lamborghini le hubiera hecho un hijo a la nena, un hijo nacido por el culito, hecho de caca y celulas de otro orden, completando una familia adorable. Vos en cambio, en el regusto algo burgués, les negás la felicidad, te da cosita, y convertís en asunto en una aventura del punto de vista de una nena. Y ahí se acabó el riesgo.

Anónimo dijo...

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