miércoles, 1 de octubre de 2008

Fin de semana de locura: la ida

Sábado 27 de septiembre.
A eso de las 8 AM llego al bar Ludovico, en Lomas de Zamora. Según me contaron, le pusieron Ludoviko en homenaje al cruel experimento de La naranja mecánica. Pero el lugar no tiene nada de sádico.
Al entrar, descubro que hay gente esperando. Un grupito de seis o siete, entre los que se encuentran José y Fernando Mendonca. ¡Qué personajes! Los conozco de la secundaria. Recuerdo que un día llegó a mi curso una profesora suplente de Educación Cívica. Cuando terminó el recreo, todos entramos... ¡incluso Mendonca y dos pibes que pertenecían a otro año! Por supuesto, la suplente no se dio cuenta. Enseguida entra José y dice que la Rectora llama a los infiltrados. Mis compañeros y yo no logramos contener la risa.
Noto que todavía hay gente dentro del bar. Al mismo tiempo descubro que la mayoría de los futuros viajantes no había dormido en toda la noche. Igual, se los notaba con el ánimo por el cielo. Lo dejamos ahí.
Un micro escolar estaciona en la puerta de Ludovico. El vehículo que nos llevará hasta –y nos traerá de- Punta Indio.
De a poco llega gente, casi toda con look hippie. Un par pelo pela guitarra criolla y entona acordes, como para meternos en clima.
Van cayendo los más conocidos, algunos ya mencionado en el post Primavera ‘98. Para empezar, dos de los fundadores del Día de la Picada: los hermanos Juan y Guido Schenone. Un tipazo Juan. En la secundaria compartíamos clases de Francés (la profesora le decía “Yenoné”) y de Educación Física. En esa época lucía pelado. Un Philip Anselmo con la mejor onda. En 2007 usaba un peinado rastafari y ahora sólo rulos normales, casi como Guido.
Al toque aparece Alejandro Martínez, también compañero de la secundaria, aunque durante más años. Un grande, Ale (también conocido como “el Narigón”).
¿Y qué decir de Juan Manuel Becerra, alias Capa? Siempre compartimos los mismos gustos musicales y cinematográficos. Llega con un grabador gigante y viejo, pero contectado a un MP3. Parece Radio Raheem, aquel negro enorme de Haz lo correcto, obra maestra de Spike Lee.
Tanto Capa como Juan integran la banda musical Supersopa. Los miembros restantes -Moby y el Pana- también se suman al festejo.
¡Y qué alegría reencontrarme con Joni! No era compañero nuestro, pero siempre estaba en la puerta del colegio antes de entrar y a la salida, ya que era amigo de algunos de los pibes (y novio de, por ejemplo, Natalia Pérez Corso). Ahora tiene una casa de tatuajes en Temperley.
También se me acerca Julia, una chica que dice recordarme de aquellos tiempos pero que yo no logro registrar. Como dije una vez, mi memoria será buena, pero no prodigiosa. Macanuda la chica, y muy varonera.
Luego de tomar lista y recaudar la plata del viaje, Juan y Ale nos hacen subir al micro. Somos como cuarenta almas, y eso que algunos van en auto. Desde la puerta, José grita: “Chicos, los que van al Cerro Otto...” y estalla en carcajadas. Y sí, el ambiente es similar al de un viaje de egresados.
Son alrededor de las 10 cuando arrancamos. Los viajeros, pura euforia y festejo. Por el radiograbador de Capa suenan Los Beatles, los Chilli Pepers, N.E.R.D., 50 cent y más exponentes de buen gusto musical.



Punto de encuentro: el bar cultural Ludoviko.

El Heavy (Izquierda), José (el de la derecha) y otros pibes esperan junto a la mesa. Algunos venían de trasnochar.


El micro escolar que nos llevó a destino.


La muchachada quiere subir y zarpar.


Moby y Capa, de Supersopa.


Joni. Un grande entre los grandes.


Mendonca y Julia, a quienes conozco de la secundaria.

Juan y Ale repasan la lista de viajantes.

José y Capa, ya en pleno viaje. ¡Qué descontrol!


Moby le da al bongó.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy buena crónica, bien detallada, para participar a todos los que nos quedamos. Lamento no haberlos podido acompañar este año, pero es lindo saber que el viaje se pareció a una excursión escolar o un picnic de la primavera. Que viva amistad... acompañada por una buena picada !!! xSalutes Ivi